viernes, 19 de junio de 2009

Una del barrio...




Es extraño... No soy yo, ni soy el otro que se fue... Pero sigo siendo el mismo. El que no se da vuelta al oírun chistido.


Soy el lejano, el parco.


El ebrio, el abandonador.


El que ya no encuentra al Suso en su lugar, ni encuentra atractivo pelear con los que no saben no gritar.




Así como estar silenciado, y esperando a encontrar ese libro de poemas perdido. Y revisando la noche, produzco estas líneas que no explican lo cruel que se siente, que se percibe, ver la sombra de mis padres, cayendo sobre mis padres.


Ni el orgullo que siento al percibir la tosudez vacuna de un pendejo de 15 años, al garantizar que su vida la va a vivir como la sueña.




Orgullo, de pedirle perdón, en intimidad, claro, a mis panteras por el abandono.




Y ellas ronronean de nuevo a mis pies, pasean a mis espaldas... Y esgrimen eses en el suelo, diciendo que el abandono se perdona.




Lo imperdonable es el olvido.