miércoles, 21 de julio de 2010

Día del Amigo...



esta vez voy a empezar de esta manera:
"FELIZ DIA AMARGO, MALA ONDA, BORRACHO, VICIOSO, AGRESIVO, MAL LLEVADO, SINVERGUENZA, CARA DURA, PROSCRIPTO, PEDAZO DE MAL TIPO..... te quiero como sos, como siempre..... te extraño turkesaaaaa" (Juan Ortega Dixit, aunque las faltas de ortografía corregidas...)

Bueno, 20 de julio, día del amigo en Argentina... Está bueno, sabés? Porque me vienen a la cabeza la cantidad de fechas que no asistí a celebraciones de las que era parte... y a otras tantas no me invitaron, pero es lógico... Yo no iba para no estar conmigo... Hoy, en España, estoy repleto de las mismas cosas que en Baires... Pero con otros amigos... otros pactos, otras miradas... Otras tristes historias, y otras historias tristes...

lunes, 28 de junio de 2010

Pánico y asco en San Telmo


seré lo más breve posible...

18.00 hs Ortega me recoge.

18.05 hs me escandalizo... hacía tiempo que no me metía alguna burrada química

de las 18.06 a las 19.45 Discutimos acerca de hacerlo o no, parecemos una pareja discutiendo por el color de la estantería de la cocina… Sí, hablamos de LSD

19.55 Tincho nos da la llave de su casa y emprendemos la retirada.

20.30: compras hechas, porro liado y Ortega había puesto una bola de espejos en el techo.

20.31: Tool sonando en el equipo de música y el ácido bajo nuestras lenguas... nada extraño…


21.30... decidimos salir a la calle... no sentíamos nada.

21.35: estábamos andando por Baires, hablando de la nada, de todo y el corazón comenzaba a latir...Pero no sentíamos nada más que un fraude por una droga que no nos hacía nada. Entonces veo, por una calle peatonal, Florida, rumbo a comer un pancho (perrito caliente) una mujer morena vestida de blanco y con una paloma blanca delante.

21.40: Pedimos un pancho en el Gringo... el bar era angosto, detrás de la barra espejos, detrás de los clientes más espejos... Entonces vuelvo a ver a esta mujer que entra en los baños... Y Ortega, que no la vio ni por asomo me dice:

-Turko, me está sangrando la cara...

-No, Juan... nada que ver, es un poco de Kétchup... nada más... ¿Viste a la mina vestida de blanco entrar en el baño?

-No, ¿qué mina?

-¿No la viste por el espejo?

-No, boludo, ¿qué espejo? ¿no me sangra la cara?



21.43... estábamos colocados...

Increíblemente el flash oscuro lo tuvo Ortega, y yo el de amor inesperado y eterno... solía darse al revés... Metempsicosis de barrio, ¿viste?

Volvimos caminando, riendo mucho, apreciando el resplandor de la basura en las calles... Impresionados por lo gris de Baires, por su enorme y bastarda inmensidad...

Ahora comienza la historia. San Telmo es el barrio por excelencia de los turistas: tango, asado en un bar de Serrat, artistas callejeros (igual de imbéciles que en todos lados, se pintan la cara y se quedan quietos, o se arrastran por el suelo dando a entender que esa es la moral de los políticos... y los hijos de puta dicen que eso es arte)

En fin, que la otra parte de San Telmo, donde pasa la vida en serio suele ser muy dura. Casas antiguas convertidas en pensiones de mala muerte, cada cuarto albergando familias... Gente pobre, sin trabajo, bolivianos, mexicanos, uruguayos, paraguayos y, por supuesto, argentinos, viviendo ahí, todos rejuntados... El barrio suele ser igual a todos, gente común y corriente, vestida común y corriente... Pero Ortega y yo llegábamos una ó dos veces a la semana, y si bien nadie nos conocía, todos sabían quiénes éramos. Ortega vestido, en pleno verano, con una boina de lana verde, camisa modernamente 60´s y pantalones de tiro muy bajo... En ese momento era muy excéntrico... Y el Turko: barba por el pecho (en plan musulmán despechado) pelo largo, camisa blanca y pantalones negros, zapatos a juego... Era un puto vendedor de religiones por gramo... El resto del mundo normal para el verano: ojotas (chanclas) camisetas de equipos de segunda división (Aguante el Doke, carajo) y ojos de vino de cartón. Total, que cuando vamos llegando a la casa de Tincho vemos dos patrulleros (coches de policía) Oímos llantos desesperados y muchos habitantes a los gritos a punto de armar una pueblada.

Ortega dice que vayamos a ver qué pasó, y yo le digo que se deje de joder, que ando sin documento y, por si no lo recordaba, estábamos de ácido. Discutimos un rato, como si habláramos de comprar un paquete de fasos (cigarrillos) y, en ese interín noto que un yuta (policía en término despectivo) se nos va acercando... Cagamos, pensé.

Juan me dice, dejame hablar a mí... y yo le digo que no, que el que tenía experiencia en hablar con ratis (policía en término despectivo) era, lamentablemente, yo... Tengo varias detenciones, dos noches en calabozos y ninguna condena ni causa pendiente comprobable...

-Buenas noches, muchachos, ¿dónde se dirigen? -dice el hijo de puta (policía en término despectivo)

Le explicamos que es la casa de un amigo, que salimos a comprar tabaco y que no vimos nada... Sí, lo dije antes de que pregunte. A todo esto, recuerden, mientras yo recuerdo con pavor, que teníamos un cartón de LSD que veníamos chupando como caramelo.

-Un individuo de nacionalidad por determinar arrojó un pendejo por la ventana del primer piso, y le partió el culo a la mujer con paliza de padre y señor, si fueran tan amables de testificar... —Insiste el policía

-No vimos nada, Señor Agente -Digo (policía en término muy respetuoso)

-Muchacho, si no nos acompaña a la comisaría (esa frase dicha por un poli argentino, te garanto, te suele meter miedo) el hijo de puta ese sale esta misma noche y hace un destrozo...

-¿Qué hay que hacer, oficial?- Pregunta Ortega

El rati lo mira con cara de "este pipiolo de dónde se cree que salió?" y le dice:

-Fácil muchachos, nos dan su DNI en la comisaría y firman lo que nosotros le redactemos...

-No trajimos Dni, Agente -Dije, seguro de haber ganado la batalla y de volver a respirar tranquilo sin temor a pisar una puta comisaría de nuevo en mi vida... El cana (policía en término despectivo) me miró con cara de "zafaste pendejo, porque si no..." Y replica:

-Muy mal, nene (el cambio de caballero a nene era jodido, se las traía), tenés que salir siempre con documento, si no, te puedo demorar por 24 horas por averiguación de antecedentes... -No iba a hacerlo, porque era una pérdida de tiempo para él, para su jefe y una boludez. Sería de unos 45 años, cabo, por las insignias, llevaba chaleco antibalas una Itaka recortada en la espalda y una 9 mm con 4 cargadores a cada lado de la cintura... era jodido... y sí, de pibe me enseñaron a fijarme en todo de los tiras (policía en término despectivo) para ver hasta dónde podía tirar de ellos. A todo esto de un patrullero salían llantos de un borracho, vecinos a los gritos por todos lados y un silencio que crecía en torno a nosotros como muy mal presagio.

Ahora viene mi frase favorita: Entonces ocurrió:

Ortega dijo:

-¿Nos llevan ustedes a la comisaría en el patrullero?



El cana me miró mientras yo miraba a Ortega... Ortega miraba al cana, yo miré al cana mientras Ortega me miraba a mí y el cana a Ortega.

El poli, desconcertado, dijo "Ssí, claro si quieren, es acá al lado...”

Antes de que yo pudiera decir que íbamos caminando... Ortega dijo, no mejor dicho, gritó:

-Joya, Turko, Vamos!!!

El cana dudó y fue a consultar con su superior... Mientras tanto yo le recordé a Ortega que era un pedazo de hijo de recontramilputas, nieto de un vagón de putas colombianas con sífilis y si no sabía si sus padres no eran hermanos para lo pelotudo que era... Mi peor miedo era que estábamos colaborando con la detención de un "vecino", que nadie se iba a olvidar de nuestras caras y nos abrirían a la mitad en cuanto volviéramos.

El superior del mierda este (policía en término despectivo) nos mira con cara "de estos dos pelotudos qué carajo hacen?" hablan un rato, y viene el policía y nos dice: "muchachos, suban!"

La primera vez en mi vida que subía por voluntad propia a un patrullero. Éramos el Turko y Ortega en otra aventura, éramos Batman y Spiderman en un episodio especial... éramos dos drogones de mierda, descerebrados y con serios, pero que muy serios, problemas de adaptación al círculo social por el que nos movíamos.

Ortega no me hablaba, me ignoraba por completo... No iba a dejar que le jodiera el momento Swat de su vida (Los hombres de Harrison). Me juego la cabeza a que el hijo de puta iba tarareando esa canción. En fin, que cuando subimos, el poli me dice algo de que no pasa nada, que no tenga miedo que es una firma y listo. Yo le digo que lo que me preocupa es que todo el barrio nos vio como a dos buchones de mierda y que nos la van a dar... El yuta dice que no, que nada que ver, que cualquier cosa lo llamáramos y se las pudre de toque... Sí, claro, ¿te llamo mientras se lo cepillan a este o a mí? Y, entonces, de nuevo, como un pendejo retrasado mental, como un tipo que no tuviera un carajo de noción de lo que hacía dice:

-¿Y no van a prender las sirenas? ¿Ustedes andan muy rápido por estas callecitas de acá?

Los dos canas de adelante se dieron vuelta y me miraron a mí. Yo chupé mi ácido y les dije:

-Sí, no pudo ser policía por algo en los pulmones...



El conductor, imbécil si acaso los había, se agrandó y puso, en la misma puerta del lugar al cual debíamos volver, de noche, y solos, las luces, las sirenas de su carro de batalla y arrancó quemando gomas (chirriando neumáticos... eso se entiende en España, no?) rumbo a la comisaría.



Bajó dos calles a unos 80 kilómetros por hora. Dobló a la derecha a 120 una calle. Subió a casi 180 tres calles, rebajó a 60 una... y llegamos.

Sí, andando estábamos a 5 cuadras...

Recuerdo que Ortega estaba conteniendo los gritos de emoción. Recuerdo que íbamos agarrados de donde podíamos. Recuerdo la gente mirando extrañada hacia el patrullero. Y espero que mi madre nunca nunca nunca lea las cosas que escribo.

Llegamos a la comisaría. Seguíamos chupando el ácido. Nos sentamos en una sala de espera enorme y blanca. Se abrió una puerta, nos vio el detenido... nos miró fijo... y se nos quedó mirando... Nos llamó un mierda de servicio, nos dijo que el individuo X y no sé cuánto era detenido en tentativo de robo... No, dije, yo como un imbécil, nos dijeron que un tipo tiró a un pibe por la ventana. El poli me miró, me preguntó qué estaba comiendo y me dijo que esa no era la situación, que me había equivocado. Y me pidió que firmara. De pronto se dio cuenta y cerró la puerta desde donde nos miraba el tipo que estábamos denunciando... porque claro, la denuncia la poníamos nosotros. Como no tenía DNI, di el nombre y la señas de domicilio de Martín Tincho Valle y el número de teléfono de una ex novia.

Ortega firmó algo más... Nos dijo que nos llamarían si no salía antes de esa noche... Y se dio vuelta como si fuéramos mierda.

Por más que les digan que Argentina es la más europea de todas las ciudades americanas, que lo cultos que somos y no sé qué otra boludez, les recuerdo que sigue siendo un país subdesarrollado, que los polis cobran una mierda, y que, por lo general, son algo más inteligentes que un perro entrenado a palos, pero con la maldad de un perro entrenado a palos (Ver: El Bonaerense, La Fuga, Un Oso Rojo)

Ese tipo nos miraba con desprecio, parecíamos pibes que no teníamos que estar ahí, y nos lo hacían sentir… Se pensaba que nunca habíamos tragado mierda como él… Bueno, en ese momento, chupábamos ácido, pero también teníamos nuestra historia de barrios bajos.

Firmamos la declaración y nos fuimos caminando a casa. Yo tenía un cabreo terrible y Ortega no entendía de qué me quejaba… Para variar, yo estaba cabreado y él decía que era muy negativo (sí, ya por esa época era un caballero jedi de la luz)

Llegamos al barrio, nos miraron de reojo los de la pizzería y, por suerte, no había nadie más en el barrio. Tincho nos llamó para que fuéramos a buscarlo y tomar algo antes de entrar y le dijimos que no.

Cuando llegó le explicamos lo que pasó y, GRACIAS A DIOS, estuvo de acuerdo conmigo y le dijo a Ortega las mismas burradas que yo le había dicho. Ortega empezó a reírse con esa risa de “bueno, la cagué, pero no voy a reconocerlo” y seguimos a nuestra bola.

Años después tengo el recuerdo borroso de las luces de la calle pasando veloces, el ruido de la sirena y el aliento a cigarro negro del policía que nos engatusó para salir antes del servicio. En el barrio nos seguían mirando con asco, pero igual que antes, nada nuevo, al menos no se metían con nosotros… Y sí, anduve en un patrullero, una vez, sin haber cometido alguna falta… Un tiempo después, con otro ácido bajo la lengua, y Ortega, claro, hicimos un viaje que deberíamos tardar 2 horas, en coche, pero tardamos 20 minutos… 200 kilómetros por hora en Salguero… desde Acasusso al Hotel Bahuen, y esa noche nos confundieron con polis y… Bueno, eso sí que es otra historia de las largas… ¿Esta no te parece ya demasiado emocionante?

domingo, 20 de junio de 2010

Feliz día del Padre, Tincho...


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Veamos, una o dos veces a la semana Ortega me venía a buscar a mi trabajo a eso de las 18.00, de ahí íbamos al trabajo de Tincho, lo saludábamos, nos daba las llaves de su casa, juntábamos la poca guita que teníamos y armábamos el menú: vino, alfajores y fideos, en ese orden. Después, con Ortega, nos íbamos a San Telmo, donde Tincho tenía su casa, y luedo de acomodar, más o menos, jugábamos con Inés (la gata Jedi) y nos fumábamos uno... El vino que comprábamos era... no me acuerdo el nombre, pero sí sé que nos comprábamos dos botellas de litro y cuarto y muchos pero muchos alfajores.
Más tarde Tincho llegaba, nos poníamos medio al día de nuestras vidas raskolnikeanas y seguíamos fumando y bebíamos vino... Mucho vino.
Esa noche estábamos de un excelente humor, hacíamos chistes, nos reíamos muchísimo, escuchábamos Quarashi y Estopa y Pequeña Orquesta Reincidentes. Todo lo demás, lo que estaba afuera y al otro día volvería a engullirnos nos importaba un carajo. Lo pasábamos realmente bien. Era nuestro único momento de la semana que, de verdad, éramos felices.
Planeábamos cómo volver a hacer radio, o de qué modo volver a hacer algo además de no hacer nada... tirábamos líneas para guiones, presentaciones o lo que sea. Nuestras vidas, en ese momento, daban asco. Siempre la misma ropa, o alguna camisa nueva de segunda mano. Algún libro nuevo, de segunda mano... Y juntarnos a recordar idioteces como las que ya les he contado antes.
Pero repito eso de que nuestras vidas daban asco. Cada uno por su lado estaba teniendo una vida de mierda. Salud, enfermedades, vacío existencial, malas mujeres o locas, poca guita... no pegábamos una.
Nuestras vidas daban asco, no hacía falta emborracharse para estar arrastrados.
Pero esa noche estábamos bien, sabiendo que cada uno tenía lo más importante: a los dos mejores amigos que nadie puede tener.
En el salón de Tincho (de donde salió un cuento mío que ganó un concurso para ideas de guiones de la Universidad de La Plata, premio que nunca cobré) había una suerte de modulares, estanterías, empotradas en la pared, que eran como esos muebles que forman parte de la casa, como cuartos aparte. Pequeñas puertas de un tamaño considerable, este mueble (todo en uno) además de biblioteca con centenares de libros (muchos robados) tenía justo en el medio, y en la parte más alta, una puerta de un metro de alto por uno de ancho. Cabía una persona.
Esa noche estábamos bien... y cuando yo estoy de buen humor, borracho y rompebolas, suelo aliarme con Ortega para romperle las pelotas a Tincho hasta el punto de exasperarlo y arrancarle improperios irrepetibles. Tanto le hinchamos las bolas que, para relajarse, decidió ponerse a cocinar solo, mientras Ortega y yo seguíamos pelotudeando como nenes de 5 años lobotomizados.

Ortega tiene una cantidad de habilidades que son inútiles pero graciosas: una de ellas, por ejemplo, es marcar su celular (móvil) con los dedos de los pies... Otra es treparse por cualquier sitio y esconderse en lugares que ni a un puto gato se le ocurriría. Una vez, incluso, cuenta la leyenda, bajó desde un décimo piso trepado por los balcones...
En resumen que, para seguir rompiendo las bolas de Tincho, Ortega se trepó a este mueble y se encerró. Sí, la altura no era de diez pisos, pero sus dos metros no se los quita nadie, y en el estado que estábamos, si se caía se partía la columna, y hasta que llamáramos a Urgencias, tendríamos que controlar el ataque de risa... o sea muerte segura.
De eso va esta historia.
Ortega se escondió, yo fui a la cocina, que se comunicaba el salón, abrí la puerta y le dije:
-Tincho, encontralo a Ortega...

Tincho se mesó la barbilla... y, con pedazo de humareda en la cabeza, comenzó a dar vueltas por la casa... buscando por todos los rincones habidos y por haber... Cabe decir que Inés iba detrás de Tincho maullando mientras yo no dejaba de beber vino y reír como una hiena...
En ese momento, Tincho se para en la mitad del salón, mirá hacia este mueble, a la parte más alta y, de un modo en que sólo Tincho sabe hacerlo, comenzó a decir:
-No, no, no, no puede ser que esté metido ahí...

Entonces Ortega abrió la puerta de este mueble y riendo con esa maldad de una broma estúpida bien hecha, se bajó, sin romperse un hueso...
Nos relajamos, hablamos un poco de nada, y Tincho, mientras intentaba hacer una salsa para ponerle onda a los fideos, no dejaba de repetir cada 5 segundos:

-No, no, no, no puede ser que esté metido ahí...

Yo me apoyé en el marco de la puerta, Ortega detrás de mí, con la mano en el picaporte que se abría hacia la cocina. Y Tincho que repetía:
-No, no, no, no puede ser que esté metido ahí...

Entonces ocurrió.
Nunca vamos a saber por qué, yo sólamente vi fuego a la altura de la cara de Tincho.
Tal vez hubiera sido que los dos minutos que pensamos que había durado todo esto, en verdad, había sido casi media hora y la sartén estaba en el fuego. Tal vez un poco de gas. No sé, el tema es que de pronto, mientras Tincho intentaba fritar algo, tomó la sartén por el mango (comete esa) y salió hacia el techo una llamarda increíble.
Lo próximo que veo es la puerta cerrarse en mi cara y oigo un golpe contra la canilla; y el grito de Tincho "¡A la mierda!" Y Ortega que, pálido como la luna de marzo sobre el río, que espera unos 5 segundos y abre la puerta y dice:
-Tincho, ¿estás bien?

Estábamos paralizados y sobrios de repente. Tincho dijo que sí, que no sabía qué había pasado. Que menos mal que no se prendió fuego la cocina, que no sé qué y Ortega diciéndole que era un boludo por algo.
Nos vamos los tres al salón, y mientras sólo se oían nuestros latidos, Tincho pone los brazos en jarra y dice:
-¡Hijos de puta! cerraron la puerta. O sea que si explotaba me moría yo solo.
A lo que Ortega replicó:
-Bueno, boludo, me asusté... por el Turko, con la barba y el pelo...
-No, hijo de puta, me dejaron solo. Casi me muero y ustedes cerraron la puerta... Ortega, sos un reverendo hijo de puta!
-Y vos sos un boludo, ahora nos quedamos sin cena...

Nos quedamos en silencio, mirándonos fijo... y comenzamos a reírnos como tres boludazos renacidos.
Nos sentamos en el suelo, bebimos más vino como agua, terminamos los porros que quedaban y repartimos los 10 alfajores entre los tres... nos cagamos de hambre e Inés no volvió a aparecer en toda la noche.

Nuestras vidas daban asco... cabía la posibilidad de que no tuviéramos un buen futuro, pero estábamos juntos y sabíamos que algo bueno, al final, nos pasaría.
Y así es.
Igual, desde esa noche, comenzamos a comprar pizzas y empanadas.
Ahora que estamos los tres en distintos puntos del mapa, un montón de años después, seguro que, cada vez que nos acordamos de esto, nos sentimos un poco menos lejos.
Feliz primer día del Padre, Tincho... pensar que casi no lo lográs por esos fideos roñosos que nos morfábamos a las 4 de la mañana en San Telmo.

miércoles, 16 de junio de 2010

Una de salir arrastrados... II


el problema fue que veníamos saliendo todos juntos todos los viernes... menos uno, que ya era cerca del verano y andá a saber por qué, nos quedamos solos Ortega y, quien escribe, el Turko.
Pero antes de contar una cosa, debo explicarles otra: en esa época, el año 1999 la juventud argentina se encontraba dividida por dos corrientes: Alternativos (los que eran metaleros pero evolucionamos a Korn y éramos fácilmente identificables al llevar siempre ropa ADIDAS) y los Rolinga (que se vestían con zapatillas del tipo... Topper, como las John Foos, pero baratas y bajitas y sucias... a su vez llevaban un pañuelo en alguna parte del cuerpo y creían que los Stones eran sí o sí sucios y... sucios...) Lo único, en zona norte, que nos ligaba eran dos cosas: A) la marihuana B) La Diabla...
La Diabla era una disco de 2 pisos, en el primero, el más chico, estábamos los alternativos... escuchando Korn, Pearl Jam, Limp Bizkit, Biohazard, Metallica y etc.etc... Incluso sabíamos quiénes eran los Porno for pyros... E íbamos ahí, y bebíamos Tequila Sunrise... bailábamos Hip Hop... y era todos los viernes la misma música...
Acerca de la segunda planta... teníamos rumores de que únicamente pasaban entre las 00.00 am y las 05.00 Doors, Stones, Viejas Locas, los Piojos, Las Pelotas... pero a las 05.05 comenzaban a sonar Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.... esta banda, para los que no la conozcan era una suerte de ícono cultural popular carcelario-antipolicía-antisistema, con letras que parecían decir algo profundo, pero tal vez, no dijeran ni mierda... Para darles una idea, hasta el año 2000 las únicas bandas capaces de llenar el Estadio de River Plate (hablamos de 80000 almas por show) eran extranjeras, y la única que lo había hecho 2 días seguidos fueron los Guns And Roses... Bueno, Patricio Rey (de ahora en más "Los redonditos") llenaron dos días seguidos, a un costo de 35 pesos la entrada ese estadio (una cantidad de guita importante)... Sí, mucha gente devota de la banda... Creo que en ese momento venían: Maradona, los redonditos y el resto...
En resumen que esa noche, por alguna razón que no recuerdo y no importa, salimos únicamente Ortega y yo...

Llegamos a la Diabla bastante ebrios (¿esto ya no debería aclararlo, no?) y smoketeados (o sea fumados) y desde que entramos vimos que no dejaban de subir niñas al piso de los rolinga... Toda la noche bebiendo algo... no recuerdo qué... pero bebíamos duro... Juan con su pelo largo suelto y su camiseta negra Adidas con las líneas blancas y sus botas Converse... y yo, con mi camiseta negra Adidas y las líneas blancas y mis botas Adidas por ahí... dando vueltas, bailando Jump Around de House of Pain... éramos pequeños dioses de la miseria humana en una discoteca llena de gente... éramos mayores... teníamos 23 años y mirábamos con asco a los pendejos de 18 y 19 que andaban por ahí... buscando su vida, sin saber que la vida siempre se estaba escapando.
Tomamos chupitos de algo... una y otra vez... Y entonces ocurrió...
No sé si fue porque esta gente que salía conmigo en ese entonces (Tincho y Ortega sobre todo) tenían tendencias a hacer cosas estúpidas por el sólo factor de mi persona autodestructiva o qué, pero Ortega me dice:
-Turko... tenemos que subir... a ver qué onda eso...
-No, Juan, nos van a matar... y como alguna mina se nos acerque a decirnos algo, lo que sea, preguntar la hora, o pedir guita... nos van a matar...
-Turko, me extraña, loco, no me fallés... ¿me vas a decir que no te animás?

las palabras mágicas... Recuerdo, ahora, un chupito de tequila y, recuerdo, vagamente, que, mientras subíamos la escalera hacia el piso rolinga, la gente que bajaba nos miraba e, incluso, con la mirada, nos decía, o advertía, que nos estábamos equivocando... y mucho.

Entramos a ese piso... serían las 4.55... miramos el sitio... no parecía nada del otro mundo. Recuerdo a los Doors sonando y recuerdo a un Patovica (un portero, de los grandes, de ahora en más Patova) en el medio de la pista de baile, evitando que la gente no se golpée adrede mientras bailaba... Sí, como los punks de los 70s... pero con menos sentido todavía.
Recuerdo también que me encontré unas llaves y, como imbécil que era (porque hoy no lo haría) las junté del suelo y se las quise dar al Patovica...
Juan me decía algo, pero mientras me acercaba al tipo este, y mientras tratábamos de dar un paso tras otro, notamos que la gente se abría y que la pista se iba vaciando... No era por nosotros, no. Era el ritual.
Lo próximo que pasó fue, tal y como lo describo:
estirar la mano para dar las llaves al Patova, separarme dos o tres pasos de Juan y, habrán dado las 05.00... porque comenzó a sonar "nueva Roma" de los Redondos... Tal vez la canción que tiene un comienzo más explosivo en la historia de esa banda, tal vez no, pero en ese momento lo era... El portero me puso la mano en el hombro, como para sacarme de ahí, y cuando me di vuelta, con un estallido de luces, que no sé si fueron de la disco o de un golpe, veo que la gente comienza a arremolinarse y golpearse toda a la vez... Veo a Ortega, expulsado hacia atrás, y muchas manos en su camiseta Adidas negra con líneas blancas...
Recuerdo golpes en la espalda... en la cara... recuerdo una chica insultándome... recuerdo ver la melena de Ortega revoleada de lado a lado, y, en esos segundos que te regala Dios (porque Dios en esos momentos existe) nuestras caras amoratadas haciendo un gesto hacia la salida...
La gente enloquecida, bailando, cantando... Recuerdo a un gordo infeliz (al cual le debo una disculpa por el codazo en el cuello, pero si no, no pasaba) tomándose la cara al estilo futbolista argentino consagrandosé en el ascenso del torneo de 4 división a 3... Las chicas gritando y tirándose del pelo...

llegamos a la salida... yo todavía tenía las llaves en la mano.
habíamos batallado en un sitio que no era el nuestro, y seguramente habíamos perdido... pero estuvimos ahí... Entonces, entre la resignación y la desolación, al ver que estábamos en el mismo sitio donde habíamos entrado, nos miramos y uno dijo:
-Che, loco, yo por acá no bajo, yo cruzo la pista y le cruzo la cara a estos hipis de mierda, pero bajo por la otra escalera, a mi estos hijos de puta no me dicen por dónde bajo -Y de inmediato se llevó la mano a su costado... (tiempo después le operarían por ese lado, pero esa es otra historia)
y el otro dijo:
-Yo estas llaves se las doy al payaso del patova... (el término payaso en Argentina... es demasiado pero demasiado crudo y provocador)

Nos miramos, pusimos una mano en la muñeca del otro... Y nos metimos mientras sonaba la canción Jí jí jí... "la canción que la prensa ha dado en llamar el pogo más grande del mundo" Y era cierto... Toda la gente se estaba empujando, y pegando... y nosotros fuimos, en medio de todos ellos, más solos que loco malo, más abandonado de la mano de Dios que cualquier cosa que se te ocurra... y lo peor: más sin necesidad que nunca... Pero nos metimos, bailamos, metimos patadas y codazos a cuanto pedazo de mierda sucia Rolinga, del sexo que sea, se nos cruzaba... Y nos dieron cada una también...

pero al rato estábamos abajo, de nuevo, en nuestro sitio... ya serían las 06.00 y nos estábamos tomando la última copa... (algo con estilo, otro tequila sunrise... dirás que es gay... pero cuando llevás 10 ó 12, te quiero ver) nos miramos y dijimos: "el viernes que viene, venimos todos juntos de vuelta, y subimos..."

En el colectivo de vuelta (sí, el 60, ese que te lleva a todos lados) estábamos escupiendo sangre, o viendo cómo se nos hinchaban los párpados...
Al otro día abrimos la radio y transmitimos contando la anécdota en mi programa "El Coyote"... le contamos todo a todos los demás... y la gente llamaba preocupada (algunos) Y otros diciendo que nos habían pegado ellos mismo... Luego no sé qué carajos hicimos... pero lo que sí recuerdo es que se hizo costumbre subir a ese piso a bailar, y ya no era tan terrible...
Y recuerdo que, de nuevo, comenzaba otro puto verano, y ya éramos un poco más duros para todo lo que se venía...

viernes, 19 de junio de 2009

Una del barrio...




Es extraño... No soy yo, ni soy el otro que se fue... Pero sigo siendo el mismo. El que no se da vuelta al oírun chistido.


Soy el lejano, el parco.


El ebrio, el abandonador.


El que ya no encuentra al Suso en su lugar, ni encuentra atractivo pelear con los que no saben no gritar.




Así como estar silenciado, y esperando a encontrar ese libro de poemas perdido. Y revisando la noche, produzco estas líneas que no explican lo cruel que se siente, que se percibe, ver la sombra de mis padres, cayendo sobre mis padres.


Ni el orgullo que siento al percibir la tosudez vacuna de un pendejo de 15 años, al garantizar que su vida la va a vivir como la sueña.




Orgullo, de pedirle perdón, en intimidad, claro, a mis panteras por el abandono.




Y ellas ronronean de nuevo a mis pies, pasean a mis espaldas... Y esgrimen eses en el suelo, diciendo que el abandono se perdona.




Lo imperdonable es el olvido.